miércoles, 23 de mayo de 2012

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

OX
Viejos conocidos pero con ideas nuevas

Tres rubias de edad indeterminada almuerzan tranquilamente un mediodía de viernes en la terraza. Son cota 1.000 o 1.500. Regias, estupendas y a sabiendas que el trabajo del cirujano plástico ha sido riguroso, las miro con curiosidad y un poquito de lujuria. Ya en el interior del local, la concurrencia no cambia mucho. Estoy en el Ox, una de las máximas expresiones del buen vivir capitalino. Feo seria decir que este lugar es “el palacio de la carne” ya que eso le bajaría el nivel de excelencia a este producto. El Ox es top, bueno y caro. Y no hay vuelta que darle.

Ubicado en Nueva Costanera, su estacionamiento parece más exhibición de autos nuevos que un lugar donde dejar los vehículos. Las rubias andaban en un 4 x 4 Audi de última generación. Otros, con modelitos parecidos o superiores. Y no es pecado decirlo. Cuando un lomo vetado de wagyu vale $30.000 y el acompañamiento no baja de los $ 5.000, estamos hablando de exclusividad. Y eso se paga.

Bueno, tampoco toda la carta es tan cara como el ejemplo, aunque aun así el lugar no es precisamente una baratura. Pero no nos quejemos ya que hay público para todo. Y si bien el producto no es económico, su cocina es mejor de lo que se puede creer.

Calidad es la premisa. Acá no corren materias primas de segunda ni proveedores que tratan de meterle el dedo en la boca al chef Daniel Galaz -el responsable de la cocina-, ya que es categórico y exigente. Sus clientes deben salir con una sonrisa en la cara y por ello se mantiene allí desde sus comienzos. Y parte de la nueva carta fue la que probamos el viernes recién pasado con una larga muestra de lo mejor de sus creaciones.

Mucha carne pero también productos finos de nuestro océano. Daniel Avayú, su propietario me cuenta: “a pesar que somos un steak house, no podemos dejar de lado los productos del mar”, por ello nuestro primer encuentro con esta cocina fue un formidable cebiche de salmón, camarones y un blando pulpo, con rocoto y leche de tigre (11.900). Luego, y siguiendo esta marea oceánica, unos difíciles de definir “dim sum” de centolla, queso crema y ciboulette (9.900), un plato que, a pesar de ser vistoso, dejó muchas dudas entre los comensales de ese día. Leyda Garuma sauvignon blanc (13.900), un gran acompañante.

Éxito total para el siguiente platillo: pequeños trozos de papada de cerdo -que por primera vez ingresa a la carta del Ox- con salsa de guayaba (7.900). Un entrante gustoso, delicado y aunque su nombre no sea de lo más fino, el resultado fue espectacular.

1865 carménère de San Pedro (17.900) para los fondos. El primero de ellos y del mar, Pulpo saltado con papas, tomates cherry, perejil y pimiento dulce (12.900); después, unos deliciosos sorrentinos (centolla, camote y hongos) verdaderamente superlativos y lo mejor del almuerzo (11.900), para finalizar con una punta de paleta de wagyu (21.900) acompañado con un puré de papas y queso de cabra (5.900). Para este plato, Koyle Gran Reserva (22.900). Un grato y ameno fin de degustación.

De postre, galletón con chips de chocolate y un shot de chocolate caliente al Grand Marnier (5.900), una demostración sólida del poderío de esta nueva carta que ya está disponible para los asiduos del lugar.

Cuando las rubias deciden marcharse en su 4 x 4, yo también emprendo mi retirada. Un poco más modesto eso si ya que esperé en la puerta que pasara un taxi. Creo que el Ox es uno de los restaurantes más caros que existen en nuestro país. Aun así, todos los días tiene un generoso público que le da vida al lugar. Es rico y sabroso. Caro y con buen servicio. Como lo dije en un comienzo, es un restaurante de cota 1.000 (al menos) y destinado al mercado del lujo. Y esas opciones no se deben desmerecer ya que existe un grupo etáreo dispuesto a ello. También es bueno decirlo ya que en Santiago no se pueden ocultar las realidades: el Ox es para grandes bolsillos y para carteras Louis Vuitton verdaderas. (Juantonio Eymin)

Ox: Av. Nueva Costanera 3960, Vitacura, fono 799 0260