martes, 21 de mayo de 2013

MIS APUNTES GASTRONÓMICOS

ZABO BELLAVISTA
Cuando segundas partes también son buenas

¿Cuál es la clave del éxito de un restaurante? Sinceramente pareciera que son muy variadas. Cuando uno escucha que de diez establecimientos que se abren en la capital sólo cuatro logran sobrevivir... y de esos cuatro, dos son peruanos, quiere decir que todo es más difícil de lo que se piensa.

Sin embargo hay empresarios que nacieron con una varita en la mano, o -como en el caso de esta crónica-, un mortal común y silvestre se empecina en abrir un local de sushis y cócteles, según los parámetros recogidos de diferentes viajes alrededor del mundo.

Patryk Zablocky y Claudia Otto, marido y mujer, son los dueños de esta historia. Él, finlandés de nacimiento con papá polaco, llegó de chico a Santiago debido a que su padre trabajaba en la gran minería. Estudió hotelería en Europa y tras su regreso se casa con Claudia, quien se desempañaba en la hotelería 5 estrellas capitalina. Juntos decidieron armar un concepto de bar de sushi y cócteles y tras mucho batallar abrieron en Lastarria su primer Zabo Sushi & Cocktails.

Les fue bien. Tras una carta donde predomina lo japo tradicional (léase sushis y demases), incluyeron algunos platos de la gastronomía peruana y cerca de una centena de cocteles diferentes. Pasó el tiempo y a finales del año pasado decidieron dar un paso más y se instalaron en el barrio Bellavista, en una propiedad que se ajustaba bastante a sus pretensiones.

Allí llegué con el fin de conocer este nuevo emprendimiento ambientado como lounge, con sillones, mesas bajas y otras más altas con sus respectivas sillas. Para empezar, el caballito de la casa en lo que respecta a cocteles, un refrescante Pepinoska ($3.900) con pepinos, limón, vodka de pera y goma elaborada en casa. Luego, un destacado Sakana Tataki ($5.900), una mezcla fría de atún, salmón, pulpo (blandísimo) y camarones, todo macerado en aceite de sésamo y limón, con cebollín y jengibre. Un plato cuyo sabor queda en mi recuerdo.

Pero sólo sería el comienzo ya que de la nada (o sea, de la cocina) aparecieron unas Pierogi ($4.900), empanaditas fritas y rellenas con ricota y papas, con un destacado agregado de tocino y cebolla frita. Para beber, Sauvignon blanc Amayna a $ 3.500 la copa y $15.900 la botella.

Sin ser adicto ni fanático de los rolls (que varían entre los 3.500 y 6 mil pesos), ese invento japo-norteamericano que ha dado la vuelta al mundo, y de una extensa lista, nuevamente solicité el más preciado por los clientes que visitan el  local. No era uno sino dos los más preciados: el Mulato ($5.200), con camarón, queso crema y tinta de calamar, y el  Dragon Roll ($5.600), con camarón tempura, cebollín y queso crema envuelto con anguila y palta y cubierto por una dulce y picante salsa sriracha. 

Agradable lugar. Adecuado para parejas o grupos que van con el fin de compartir los platos. Una bonita terraza en el segundo piso aumenta la capacidad del Zabo a casi el doble de clientes. Buena mano en la cocina y un servicio atento aunque sin mucho conocimiento de una carta donde también destacan algunos platos típicos de la gastronomía peruana, como el ají de gallina ($5.800) y el lomo saltado ($7.200). Como bonus track, a mediodía, toda la carta de sushi está sujeta a un descuento del 35%, lo que no deja de ser.

Terminé el paseo culinario nipón con el Ebi tempura, sabrosos camarones fritos en tempura y acompañados de salsa de soya, para pasar a postres más tradicionales donde destaca sin duda la mousse de chocolate (60% cacao, $2.800), de gran sabor y calidad.

En resumen: para iniciados y fanáticos en esto de los rolls y para todos los que gustan compartir platos alrededor de una amena mesa. A pesar de estar en el barrio Bellavista, que se caracteriza por un bullicio casi infernal, una atmósfera de tranquilidad envuelve este Zabo, el segundo de lo que esperamos sea una larga saga. (Juantonio Eymin / Fotos: 800.cl)

Restaurante Zabo Bellavista: Dardignac 0191, Barrio Bellavista, fono 2737 4523