Los clásicos de siempre
En pleno Siglo XXI es fácil ingresar a
una tienda de vinos o un supermercado y no sorprenderse con la cantidad de la
oferta. No sólo vino chileno, sino también ejemplares de todas las latitudes
compitiendo codo a codo con nuestras marcas. Eso es parte del desarrollo de la
nación y en particular de la industria del vino chileno, que poco a poco está
conquistando paladares y es uno de nuestros mejores embajadores a nivel
mundial.
Aun así, con miles de etiquetas
distintas que recorren nuestro país, hay un puñado de ellas que se hicieron
famosas en la segunda mitad del siglo pasado, etiquetas que quedaron para
siempre en nuestro ideario y que forman parte de la historia del vino chileno.
De ellas sabremos algo más en este artículo.
Posiblemente un tributo a algunas viñas que, con más fuerza que marketing,
lograron atraer las miradas hacia sus botellas, no sólo en Chile, sino en
cualquier lugar del mundo donde se lograba abrir uno de estos ejemplares.
En Chile no existe, al menos en términos
masivos, la idea de conservar la tradición. Nuestra industria se ha más
enfocado a conquistar (con bastante éxito hay que decirlo) el mercado externo,
ofreciendo desde comienzos de los años 90, vinos modernos, afrutados; nada que
oliera a viejas tinajas, ni a fudres de raulí.
Hoy esas técnicas se rescatan, pero los
vinos que se hacían hace años de esa forma, antes de las computadoras y las
sofisticadas barricas de roble francés, ya no existen, aunque sus nombres
perduran. Veamos en qué están algunos de estos clásicos remasterizados. (JAE)
Cuenta la leyenda que en 1883, don Melchor de Concha y Toro, fundador de la bodega, trajo a Chile las más exclusivas cepas de la región de Burdeos, Francia. Al cosechar sus vinos, don Melchor se reservaba una pequeña partida de los mejores vinos para sí mismo. Para preservarlos en las mejores condiciones de temperatura y humedad, estos vinos fueron guardados en el fondo de la cava de la bodega.
Al pasar el tiempo se percató de que sus
vinos desaparecían misteriosamente, y pensó que estaban siendo robados por
gente de los alrededores. Fue entonces que echó a rodar el rumor de que en esta
bodega habitaba el diablo, para que los ladrones de amedrentaran y por miedo no
entraran a la cava. Nunca más desaparecieron vinos de esta bodega, pero esta
leyenda dio origen del nombre de uno de sus vinos más famosos cuya primera
cosecha se realizó en1953: Casillero del Diablo.
La transformación de Casillero del
Diablo ha sido la más radical en la escena de vinos local. De ser el vino icono
de la viña (en 1972 fue reemplazado por Marqués de Casa Concha) pasó a ser una
línea que abarca la mayor parte de las cepas blancas y tintas que se producen
en Chile. Si en 1998, se hacían un millón doscientos mil litros de cabernet
Casillero, hoy se hacen más de doce millones sólo de esa cepa y aproximadamente
23 millones de litros en todas las variedades de uvas, y es un vino más bien
varietal, es decir, un cabernet para consumo rápido, con escasa guarda en
madera. Pura fruta, que es lo que el consumidor masivo necesita. Y eso sin hablar
de la marca mundial en la que se ha convertido, auspiciando al mismísimo
Manchester United.
PINOT DE UNDURRAGA
La famosa botella “caramayola” o también
conocida en su natal Franconia como “bocksbeutel”, fue la que hizo famoso al
Pinot de Undurraga, un vino tatuado en el inconsciente colectivo de los
consumidores chilenos. El primer pinot de Undurraga del que se tiene referencia
data de 1891 y fue elaborado por el enólogo Monsieur Pacoteaux, parte de la
inmigración de técnicos franceses que arribaron al país, luego de que la plaga
de la filoxera azotara los viñedos galos. Se hacía cien por cien de pinot noir
traído desde Francia y se criaba en fudres de diez mil litros.
Con el pasar de los años, e imagino que
para adaptarlo al consumidor chileno que tradicionalmente ha relacionado buen
cuerpo con calidad, se le agregó cabernet sauvignon a la mezcla. Hoy, tiene un
85% de cabernet sauvignon y un 15% de pinot noir. La botella caramayola sigue
igual y se ha convertido en un vino que se bebe con nostalgia, ya que muchas
viñas están elaborando un pinot de mejor calidad que el de la famosa
caramayola.
La variedad riesling fue una de las primeras que se importaron a Chile hacia mediados del siglo XIX y el Carmen Rhin es uno de los emblemas en nuestro país. Este blanco data de comienzos de los años 40. En esos años, uva se cosechaba en canastos de mi mimbre, el vino se criaba en fudres y que se le dejaba algo dulce para que gustara más. Hoy el Rhin de Carmen conserva la botella aflautada tradicional, pero no tiene mucho que ver con lo que fue. Sigue teniendo riesling, pero además se le ha agregado sauvignon blanc para darle más acidez. “Hoy el vino es más seco, y se busca simplicidad y frescor. En la vinificación se usan gases inertes para evitar que se oxide y también se recurre a los controles de temperatura para retener aromas y compuestos aromáticos.
ANTIGUAS RESERVAS, DE COUSIÑO MACUL
Antiguas Reservas es uno de los vinos
más tradicionales y reputados del vino chileno. Y eso desde 1927, cuando se
cosecharon las primeras uvas desde el viñedo de la Quebrada de Macul, donde
todavía permanece la viña Cousiño Macul. En términos de vinificación, la
historia de Antiguas Reservas es la historia del vino chileno. Desde su
fermentación y larga crianza en fudres hasta la llegada de las cubas de acero y
el control automático de temperaturas que en Cousiño llegó en 1989 y la crianza
en barricas pequeñas de roble nuevo.
Desde alcoholes de 12 grados hasta los
14 y más de hoy. Lo que vale, sin embargo, es la guarda. Y esos Antiguas
Reservas elaborados con técnicas rudimentarias para cualquier enólogo moderno,
hoy se muestran más vivos que nunca. Originario de los más viejos viñedos de
cabernet sauvignon de Macul. En el 2000 se comienzan a integrar las nuevas
parras que Cousiño plantó en Buin, las que hoy son su base. Aun así, con cambio
de terroir y el paso de los años, el Cousiño Macul Antiguas Reservas, fue y
será un clásico entre los vinos chilenos.
GATO
Posiblemente sin quererlo, la viña San
Pedro creo un vino de culto. El Gato Negro (y posteriormente el Blanco), se
convirtió por su relación precio-calidad en uno de los vinos más vendidos en
Chile en la década de los ochenta. Vino de ceremonias y de estudiantes, del
pueblo y de la buena mesa. Luego, y para masificarlo, se comenzó a vender en
botella y en caja. El fenómeno Gato traspasó fronteras y edades. No pocos
coleccionaban el gato de plástico que venía en el gollete de la botella. En la
actualidad es un vino popular, pero además es uno de los vinos chilenos más
vendidos en todo el mundo, siendo líder en más de quince mercados en los cuales
está presente. Con una excelente relación precio-calidad y apuntando a hacer
del vino algo más cercano y cotidiano, esta marca vende anualmente casi 40
millones de litros en más de 70 países de los cinco continentes, incluido
Chile. Gato Negro fue la primera marca creada por Viña San Pedro, alrededor de
la década del ’60, en tiempos en que el vino embotellado era una gran novedad
en Chile y las viñas apenas comenzaban a inventar nombres para sus productos. Y
de hecho, nació “negro”, sólo como vino tinto. Los blancos surgieron recién por
1970-75. Con el tiempo, tanto el vino como su packaging se fueron sofisticando.
Está presente en un amplio rango de formatos y variedades, desde el clásico
Cabernet Sauvignon, hasta el Rosé.
TARAPACA EX ZABALA
Cuentan en la industria que esta empresa
ha sido una de las que más dueños han tenido. El primero y fundador fue don
Francisco de Rojas y Salamanca, quien la bautizó como Viña Rojas en 1874. Años
más tarde pasó a ser propiedad de Antonio Zavala, quien puso su apellido en las
etiquetas. Pero tras pasar a manos de su esposa como compensación por la
separación de ambos, fue rebautizada como Viña Tarapacá ex Zavala en honor al
abogado que la asesoró en el proceso, el ex Presidente Arturo Alessandri Palma,
más conocido como el "León de Tarapacá".
Si el “Gato” fue concebido como un
producto popular, los vinos de Tarapacá fueron concebidos para la élite de esos
tiempos, siendo los vinos oficiales de todas las grandes reuniones de la época.
Hoy en manos del grupo Luksic, forma parte del portafolio de la CCU, una de las
mayores empresas nacionales. Actualmente, Viña Tarapacá Ex Zavala se ha
consolidado como uno de los mayores exportadores del país y llegando a más de
60 países
120
Uno de los vinos más populares de Santa
Rita es el 120. A sabiendas que las
historias crean cercanía, credibilidad y preferencia por todos aquellos que
quieren hacerse parte de ella, los directivos de la viña, al ver un gran
potencial en la propiedad donde elaboraban su vino, decidieron crear uno bajo
el nombre de 120.
En los tiempos de doña Paula
Jaraquemada, la propiedad se llamaba Hacienda de Paine y su extensión llegaba a
cuatro mil hectáreas. Cuenta la historia que en su casona colonial, en 1814,
héroes nacionales como el General Bernardo O'Higgins, uno de los padres de la
patria, junto a 120 patriotas quienes peleaban por conseguir la Independencia
de Chile encontraron refugio luego de combatir contra los soldados de la corona
española en la batalla de Rancagua. La distinguida dama con mucha valentía
defendió a los 120 patriotas escondiéndolos en la bodega de su casa y se
enfrentó a los llamados “talaberas” en el corredor anterior, lanzándoles un
brasero para que no pudieran irrumpir en su casa, pudiendo así los 120
patriotas recuperar sus fuerzas y continuar su camino en busca de la tan
anhelada independencia. Este hecho
histórico, es el homenaje que Santa Rita, le hace a aquellos valientes 120
patriotas, al llamar a su más reconocida línea de vinos “120”.
120 de Santa Rita es una historia muy
bien contada y que logro elevar las ventas de su producto en forma sostenida
hasta el día de hoy.
VIEJO ROBLE
Uno de los vinos menos recordados,
objeto de colección y hoy ya perdido entre las nuevas líneas de Undurraga, fue
su “Viejo Roble”, envasado en botella champañera de 700 cc. Un vino grueso y
sabroso, que pocas veces se vendía al público y que su gran reputación era que
“se conseguía”. Posiblemente este vino fue el precursor de lo que hoy es
Undurraga, una empresa dedicada a elaborar vinos Premium y espumosos, Con más
de 120 años de historia, Viña Undurraga fue fundada por Don Francisco Undurraga
quien trajo vides de Francia y Alemania y las plantó en el Valle de Maipo,
específicamente en el Fundo Santa Ana. LOS TIEMPOS MODERNOS
Este listado quedaría inconcluso sin
entregarles dos etiquetas que revolucionaron el vino chileno y que con ellas se
inició la versión 2.0 de nuestro producto insignia.
SANTA DIGNA
Esta fue la primera etiqueta que elaboró Miguel Torres en su campo de Curicó en los años 80. Hasta aquel entonces, todo el vino que se producía en el país, se elaboraba en fudres y con técnicas bastante arcaicas. El cambio fue tremendo y si bien en los primeros años nadie entendía lo que hacía Torres con sus vinos, poco a poco los viticultores debieron rendirse a la realidad de las cubas de acero inoxidable y a las técnicas modernas de la elaboración del vino. Fue un tremendo saldo que dejo a muchos heridos en el camino, ya que aumentaron visiblemente los costos iniciales de producción, pero nadie puede restarle importancia al hecho. Mucho molesta a los viticultores nacionales que Torres haya sido el primero en todo. Desde su primera cuba de acero inoxidable hasta el primero en producir un espumoso con la odiada uva país. Por eso no es querido entre los viñateros. Ninguno le ha dado la importancia que tiene y el legado que está dejando en nuestra viticultura. Fue –y es- un visionario. Y eso crea muchos anticuerpos.
MONTES ALPHA
Fue la primera viña boutique Premium nacional y la renovadora de nuestra viticultura y mercadotecnia. Un trio de profesionales en que uno se dedicaba a los vinos, el otro a los números y un tercero a venderlos en el exterior. Tremendamente imaginativos y positivistas, hicieron que su vino (a la vez nuestro vino) se hiciera conocido en los confines del mundo. Corea, Taiwán, China y decenas de países exóticos –y otros no tanto- conocieron el vino chileno con la etiqueta Montes Alpha. Increíblemente, en ambos casos -Torres y Montes- la vitivinicultura chilena está en deuda con ellos, y ninguno ha recibido el tributo que se merecen en la historia del vino chileno.