CULTURA GASTRONÓMICA
Adrián Herrera, chef
y escritor mexicanoNo hay cocinero que no sepa hornear un pollo, cocer un pescado a la plancha o en caldo corto, asar un trozo de res a las brasas o saltear una verdura y dejarla crujiente, perfecta.
Bueno, por lo menos eso es lo que yo creía. Pero con toda la
gente con la que he trabajado ahora, me doy cuenta de que cada vez es más
difícil encontrar un cocinero que no haga pendejadas con los alimentos: o los
seleccionan mal o los cuecen de manera equivocada. Con tanta chingada escuela
de cocina y con el ímpetu tan fuerte de comer y cocinar, me sorprende que no
haya aumentado la calidad ni de los cocineros ni de los comensales. Antes
seguimos en este marasmo de comida industrializada y de cocina fácil y
despreocupada. Cierto, han abierto muchos restaurantes con cocineros excepcionales,
y el consumo y apreciación del vino va en aumento. Pero nos faltan eones antes
de proclamar nuestra cocina como un suceso internacional y nuestra sociedad
como una de sibaritas. Hay que trabajar más duro y hacer más ruido.
El caso es que en cocina, como en cualquier otra disciplina,
el conocimiento se acumula y se vuelca sobre sí mismo constantemente para
generar variantes y actualizarse. Ahí está la base del problema: la gente ha
olvidado las recetas clásicas que dieron fama a cocineros y épocas. A un
cocinero le pedí que me hiciera un Stroganoff: enmudeció y creo que no recuperó
el habla. A otro lo instruí para que ejecutara un caldo de cola de res al jerez
y me hizo una porquería que todavía tengo atorada en alguna porción del
intestino.
Hay una falta de educación y cultura gastronómica tremenda.
Se supone que todo eso deben aprenderlo en la escuela; se supone. Pero salen de
lo más ignorantes. Y tampoco saben una chingada de té, café, vinos y licores.
Permítame explicarle algo: es nuestro trabajo conocer esos materiales, son
parte de nuestra agenda. No entiendo la ignorancia, y aún peor: la falta de
interés. Sí, es mucho conocimiento. En todas las disciplinas existe una demanda
por aprender grandes cantidades de cosas. ¿Acaso la cocina es una excepción?
Me cargan los llorones mediocres que se desesperan porque
tienen que seguir leyendo y estudiando después de que terminaron una carrera
técnica o licenciatura. Pues les tengo una noticia, flojos descerebrados: nunca
se termina de leer y de experimentar, nunca.
Esa es la base de este negocio. Si estudias literatura,
empiezas por los clásicos, ya sabes: el mundo grecorromano, la gran China,
etcétera. Luego te pasas a otros periodos y estudias las expresiones que le
dieron forma a esa época y que contribuyeron a crear otra etapa evolutiva. Lo
mismo ocurre con la gastronomía: es mucho lo que uno debe saber, pero este
conocimiento, además de aportar cuestiones técnicas, nos otorga cultura.
Eso es algo que los cocineros jóvenes de hoy no tienen.
Pueden mostrar ímpetu, pero al momento de sentarse a leer y estudiar fallan. Se
concentran en lo técnico y olvidan la parte multicultural que está detrás, el
significado y conexión que tiene la cocina con todo. Cocinar profesionalmente
es una actividad que implica muchas disciplinas e intereses; se requiere una
vocación por aprender, por cuestionar, y un gozo por llevarlo a cabo y
finalmente traducir toda esa experiencia en la mesa. Los cocineros sin
educación gastronómica son simples choferes, burros de carga sin pasión ni
chispa por lo que hacen. ¿Quieres ser bueno en esto? Ponte a estudiar y a
practicar como desquiciado, y deja de echarte en los huevos. Esta es una
profesión muy compleja y muy completa, y está diseñada para crear profesionales
que modifiquen su sociedad y la hagan mejor. No es un puto hobby.