martes, 11 de julio de 2017

LA NOTA DE LA SEMANA


 
¿QUIÉN QUIERE SER CHEF?
Cuando estudias ingeniería no te recibes de gerente general… y cuando estudias gastronomía no te titulas de chef

Como todos los años, a mediados de año se comienzan a definir las inquietudes vocacionales de nuestros egresados de enseñanza media. Un universo de cerca de 300 mil jóvenes que buscan profesionalizar sus inquietudes. Una de ellas es la gastronomía. Cientos - por no decir miles- de jóvenes optan por este oficio. Pero ¿Saben algo de ella o sólo se ilusionan ya que ven a sus cocineros ídolos como los grandes referentes de su futuro?

Conozco de cerca la vida de los cocineros y no es para nada envidiable. Trabajan de sol a sol sin parar, con dolor de espalda y de piernas. Se levantan temprano para ir al mercado a comprar lo necesario para el abastecimiento de su negocio y de ahí no paran, muchos hasta las dos o las tres de la madrugada. Llegan a casa reventados y deben dormir “rapidito” ya que al día siguiente la vida continúa. Casi no tienen amigos ya que los días de fiesta para los “civiles” es de arduo trabajo para ellos. Ya no van ni siquiera a festejos ya que cuando llegan después del trabajo, a altas horas de la noche, todos sus amigos están “arriba de la pelota” y ellos no han tomado ni siquiera agua mineral.

El éxito lo ven en algunas revistas que le dedican un espacio. El resto es trabajo. Su día libre lo ocupa para dormir, emborracharse o planificar lo que viene. Sufre de calambres en las piernas ya que trabaja de pie. Come parado cualquier cosa que le llene la barriga ya que después de un año –o más- comiendo lo mismo en el restaurante, es una tortura. Sabe que al día siguiente le fallarán dos cocineros y que deberá suplirlos. Y si es dueño o socio del local, el día libre se transforma en un momento para ordenar cuentas y pagos.

¿Vida social? Bastante menos de la que uno se imagina. ¿Buena paga? Quizá en un crucero donde los cocineros deben trabajar 16 horas diarias sin descanso alguno. ¿Éxito social?... contados con los dedos de una mano.

Y eso que escribo pensando en los chefs famosos que tenemos en Chile. Y, aunque sean escépticos, nadie escapa de esta realidad. Si luego de estudiar al menos cinco años en el país para tener un cartón de especialista y otros más en el extranjero (los que pueden) y con papás que se gastan verdaderas fortunas para educar a su hijo, se encuentran que los sueldos no son ni siquiera parecidos a lo que esperan. Cuando estudias ingeniería no te recibes de gerente general… y cuando estudias gastronomía no te titulas de chef. Y esa es una verdad del porte de un buque.

La vida del chef no es la que aparece en las revistas de papel couché ni nada que se parezca. A decir verdad es una de las profesiones más ingratas del mundo. Deben lidiar con todo y todos y salir exhaustos cada noche de su trabajo. Es diametralmente distinta a otras profesiones que si permiten tener una vida normal. Acá esto no existe. Si el egresado es bueno, capaz que lo mantengan un tiempo en el restaurante ganando un mísero salario. Si es malo… más les vale pensar comprar un taxi.

Según mis cifras, cerca de doce mil estudiantes de gastronomía en el país entran en este círculo. Y no hablemos de Latinoamérica o del mundo. Es cierto que estudiar gastronomía es algo entretenido. Pero de ahí a ser parte de los privilegiados, es un camino que pocos están dispuestos a soportar.

No nos engañemos entre gitanos. El buen cocinero nace y no se hace. Es posible que aprenda técnicas y un vocabulario gastronómico decente, pero estudiar gastronomía para cocinarle a la familia los fines de semana no puede ser el objetivo final de los estudiantes. Definitivamente, el set de cuchillos que les hacen comprar al ingresar al primer semestre, no les servirá para nada.

Duro, pero real. (JAE)