JOCKEY CLUB
A
principios de los 80, Elías Sánchez dejó de lado la estabilidad de su trabajo
en el Banco Santiago para embarcarse en un nuevo proyecto: abrir un buen
restaurante en el centro. Muchos de los clásicos del sector –cerca del Palacio La
Moneda– habían cerrado y él se dio cuenta de la falta que hacían.
Decidió
poner en práctica lo aprendido en Madrid, donde tuvo una sandwichería, y abrir
un nuevo restaurante de comida “bien sencilla”. Pero su maestro de cocina,
Venancio –como todos los conocían–, que había trabajado junto a Hernán Eyzaguire
en el Arlequín y con Ramón Sotomayor en el Maxó, elevó el nivel de la cocina
rápidamente. “Yo sin este hombre no habría sido capaz de hacer nada”, dice
Elías.
Parte
importante y característica del Jockey Club era su decoración, elegida
completamente por su dueño. En sus dos pisos recreaba un verdadero club inglés,
con papeles murales y boiserie, un gran bar de madera y lindos grabados. Una
elección totalmente natural y sin ninguna pretensión para Elías, “era el estilo
de decoración que siempre vi en la casa de mis abuelos y en la de mis papás…
Era lo corriente”.
En
tres meses de preparativos, de invitar a amigos a probar los nuevos platos, de
buscar el lugar perfecto y de contratar el personal adecuado, finalmente el
Jockey Club abrió el 9 de diciembre de 1980 en Bombero Salas 1369.
Desde
un principio fue un éxito. Durante los 10 primeros años, si no se reservaba era
imposible encontrar una mesa, abría sólo en la hora de almuerzo y de lunes a
viernes. Su agradable ambiente y su buena cocina lo convirtieron rápidamente en
un clásico.
Según
Sánchez su comida era media afrancesada, mientras que los críticos lo
calificaban como “comida de casa chilena refinada”, y no se equivocaban.
Corvina au Jambon, relleno con mezcla de jamón crudo, jamón planchado, queso
rallado, crema y soya; Lenguado Jockey bañado con crema y caviar; Filete Jockey
relleno con jamón y crema bañado con salsa de jamón y soya; Corvina Lady D
rellena de salmón ahumado con salsa también de salmón, locos y crema; Albacora
Prince Charles con cebolla perla acaramelada y salsa Montparnasse de estragón,
caramelo y crema; y su clásico fricasé de distintas variedades, eran parte de
los platos imperdibles.
Sus
26 años de historia dejaron cientos de anécdotas para recordar, inundaciones,
cortes de luz por apagones de la época, terremotos, personajes ilustres que
durante años almorzaron ahí, etc.
Para
su dueño era todo un panorama recibir a los clientes cada día, los conocía a
todos… Pero poco a poco, y como pasó con muchos de los restaurantes de la
época, el circuito gastronómico cambió y la clientela también. Así fue como
finalmente este clásico comedor cerró sus puertas en el 2006. (Crédito: Revista
ED)