martes, 3 de julio de 2018

MIS APUNTES



 
 
TEMPLE

Tenía una duda. Alguna vez escuché que los palillos de madera eran de uso general en la comida asiática, pero en Corea ocupaban palillos metálicos. Con el riesgo de pasar una vergüenza, este dato era importante para mis conocimientos. Aproveché un almuerzo en el Temple Asian Lounge, la segunda casa del coreano Minsu Bang, para que él me confirmara que sus compatriotas ocupan palillos metálicos desde tiempos remotos, cuando la realeza ocupaba palillos de plata para detectar veneno en sus comidas. Posiblemente para el lector esto sea poco relevante, pero para los que disfrutamos cada bocado que nos presentan en la mesa, es de gran valor.

Detalles que van más allá de la verdadera razón de mi visita. La idea era degustar sus Ramen, plato ícono de la gastronomía del oriente y cada día más conocido en este Santiago que de la noche a la mañana se transformó en una metrópoli multicultural. El Ramen es algo así como nuestra querida cazuela de antaño, sabrosa, rica, invernal, aunque elaborada de diferente forma.

 

El Temple, estratégicamente ubicado en las pirámides de cristal del hotel InterContinental en Vitacura, es el segundo proyecto de Minsu Bang en Santiago tras abrir su exitoso Ichiban. Acogedor y destinado a un público adulto joven, acá  la gastronomía que ofrecen es más osada y recorre países orientales sin identificar mayoritariamente su origen, en contraste con el Ichiban,  donde todo –o casi todo- es de influencia japonesa.

 
La carta es grande e incluye platos que comúnmente se comen en la calle en Corea y Japón como sus Edamame (vainas de soya con sal gruesa salteadas al wok $ 3.200), o sus Nihon no hot dog (salchicha rebozada en masa oriental $ 4.200). Sin embargo, sus platos más elaborados consiguen más atención de los clientes, como un delicioso Shitarasi (9.800), finas láminas de salmón con ajo frito y salsa hoisin  (soya, azúcar, ajo, ají, vinagre); y también un roll elaborado con anguila y nueces, un crujiente Unagi cruch (8.700) de incomparable sabor, platos que tuvimos el placer de “engullir” mientras escuchábamos acerca de las dificultades que tienen los palillos de metal para los occidentales.

Claro está que en invierno los amantes del Ramen –que de sopa china se transformó en capricho gastronómico y el plato más consumido en el mundo-, repletan el Temple para deleitarse con alguna de las tres opciones que diariamente ofrece Minsu Bang. La receta, que nació en China como una sopa más bien poco elaborada, se convirtió en Japón en todo un manjar con diferentes versiones. Manteniendo parte de su esencia inicial de comida económica y fácil de comer, el ramen evolucionó y hoy es uno de los imperdibles de la cocina oriental.

 
Con su característica sonrisa y paciencia, Minsu nos cuenta que los fideos los elabora una mujer en Puerto Montt y que se los envía periódicamente, el resto es un caldo de huesos de cerdo y pollo que se cocina lentamente, para que no llegue al hervor (y así no se enturbie) y mantenga hasta la última gota de sabor. Acá ofrecen tres variantes y la más simple es la “Shoyu ramen” ($ 10.200), con trozos de panza (tocino) de cerdo picante, espinacas, dientes de dragón y huevo pochado macerado en soya. Tentación pura. Más concentrados, el Miso ramen y el Spicy karaage, que son más complejos y picantes (y también más caros). Pero basta con una porción de cualquiera de ellos para quedar con la panza repleta y el corazón contento.

Es cierto que cuando comemos Ramen perdemos las costumbres de la buena educación ya que es difícil trabajar con palillos y cucharas chinas en un plato que hay que degustarlo caliente. Eso sí, no deje que se enfríe ni se pasen de cocción los fideos en el caldo. Y pruebe a sorber haciendo ruido (la costumbre oriental), aunque sea sólo por escandalizar un poco los vecinos de mesa. Y si se quema o mancha tras la primera prueba, sonría y disimule. ¡El placer es absolutamente personal!

¡Un must!

Temple Asian Lounge / Hotel InterContinental, Av. Vitacura 2861 / 22394 2463