MRS. ROBINSON
Quizá la generación joven no tenga la más soberana idea quien era Mrs. Robinson. Eso dejémoslo para explicaciones posteriores (*) dado que hace unos días y en una cata de vinos me encontré con ella. Bueno, no era ella precisamente pero lucía igual. ¿Se han dado cuenta que hay mujeres que aunque se vistan en la ropa usada se ven perfectas y elegantes? Bueno, este era un buen ejemplo.
Durante largo rato la estuve escudriñando. “Es la mujer del dueño de la viña”, me comentó un vecino de sitial. ¡Ándate con cuidado!, amenazó.
Como ya no estoy en la edad de andar con cuidado, en uno de los intermedios de la cata me acerqué a ella.
- Perdona, pero llevo largas catas de vino en mi cuerpo y no te había visto nunca.
- Me acerca su mano y dice: María José Robinson, un gusto
- ¿Pariente de James?
- ¿Cuál James?
- El gerente del Four Points by Sheraton, aquí en Santiago.
- Uff, somos pocos en Latinoamérica, pero debe ser un alcance de apellidos.
Parece que no le caí bien ya que miró para el lado y luego de pedirme disculpas, se puso a conversar animadamente con un wine writer que tiene un cierto parecido a Bufallo Bill. Yo, aunque ensimismado con Mrs. Robinson, la dejé ir, aunque siempre con las intenciones de un ave de rapiña… esperando la presa.
Una de las partes simbólicas de las catas que ofrecen las viñas, es que hay que alabar sus vinos aunque sean una mierda. Cuando nos tocó catar su súper premium, una bazofia de esas que sólo son capaces de embotellar los valientes, cada uno de los presentes debía dar su opinión. Mi amigo, el tal Bufallo Bill, inclinó su nariz en la copa y destacó la presencia de taninos y su fuerte aroma a madera húmeda. Para mí –dice-, estamos dentro de una nueva forma de elaborar vinos. Una que no conocía y me parece curiosa. “No sé”, finaliza, “siento algo del Maule en este vino, pero las notas a eucalipto me regresan al Maipo”.
El gurú de los vinos, un peladito simpático, algo serio y de collares hippies dijo haberse sorprendido por la voluptuosidad con que se comportaban las cepas. “Hay algo rústico pero elegante a la vez”, sentenció. “Me recuerda a los vinos en tinaja que elaboran los italianos”. Más lejos, una alta y delgada periodista especializada comentó: “Me parece interesante este vino, más allá de su estructura y complejidad creo que si bien no está a la altura de los vinos de clase europeos, podría asemejarse a los tannat uruguayos o los cabernet brasileños. “Es raro”, comenta, “pero este vino no es Chile para mi”.
Mrs. Robinson estaba nerviosa. Mal que mal era la mujer del dueño de la viña. Como estábamos sentados frente a frente en unos taburetes, la veía cruzando las piernas y jugando con sus lindas sandalias fucsia. En un extremo, el Brad Pitt de los cronistas del vino dice: “sinceramente creo que aquí hay una fuerte exposición a la madera y eso no es bueno en el concierto latinoamericano. Sin embargo, pienso que este premium podría tener buenos mercados, como el asiático y el ucraniano.”
Como no falta el cronista gastronómico que invitan a las catas, uno de los veteranos, con bigotitos a lo teniente de carabineros hace su reflexión: “Hace un año que dejé de tomar destilados y lo de hoy me parece una buena opción para el futuro del vino nacional. Creo que le falta tiempo de reposo, a todos nos pasa lo mismo. No soy un buen ejemplo, pero creo que este vino va por buen camino.
Llegaba mi turno. Mrs. Robinson dependía de mis palabras. Levanté mi copa y dije:
“Salud, amigos. El vino es vino aquí y en la cresta del ají. No nos dejemos llevar por sentimentalismos ya que lo que estamos bebiendo es infinitamente superior a lo que bebieron los persas, los griegos y los romanos en sus tiempos. Lo de ellos era una especie de varietal avinagrado y lo que vemos hoy en nuestras copas es un nuevo concepto. ¿Cuántos de ustedes se rinden hoy a la cocina de Ferrán Adrià sin siquiera saber cómo diablos es capaz de hacer caviar de maracuyá o un tártaro de tomates? ¿Se imaginan la vida sin advenedizos que tras sus genialidades cambian día a día las necesidades de un mundo cada vez más competitivo…?”
Mrs. Robinson estaba con los ojos blancos… no podía creer lo que escuchaba y poco le faltaba para entrar en un estado orgásmico etéreo y permanente. Yo, sin hacerle (mucho) caso, seguí con mi perorata.
Y me las jugué: “Ustedes que son los máximos representantes de la prensa, de cada uno depende la sustentabilidad de este vino que estamos bebiendo, les ruego que dejen de lado las burdas apreciaciones en torno a la calidad de este súper premium. Si no fuera por la prensa no existiría un Apalta, ni un Valle del Maipo o los vinos de San Antonio. Tenemos ante nosotros un producto nuevo, uno que a más de alguien cautivará y es deber de ustedes trasmitir lo novedoso.
Bufallo Bill me mira y murmura –La cagaste, Exe. La dueña de la viña está en éxtasis.
Y terminé: “Nadie creía en Chile en las cubas de acero inoxidable que trajo Miguel Torres hace treinta años. Ninguno de ustedes apostó por el recambio. Más bien fueron acérrimos defensores del cemento y la madera. Hoy estamos viendo un nuevo vino… no le demos la espalda”
Mrs. Robinson abría y cerraba las piernas de puro placer. En la cena posterior se sentó a mi lado y secretamente me pasa su tarjeta. “Llámame el miércoles, me dice despacito mientras pega su pierna contra la mía. Vengo sola a la capital y quiero agradecerte”.
Lo siento colegas, el vino realmente era malísimo pero la dueña de la viña estaba para chuparse los dedos. El próximo miércoles me voy de tapas con ella y si no les cuento nada (ya que soy un caballero), me acordaré de cada uno de ustedes. Y recuerden…no hay vino malo, sólo hay circunstancias buenas.
Exequiel Quintanilla
* (Para los que nos saben quién es Mrs. Robinson, entre a Youtube.com y conocerá la historia completa de una de las películas más famosas de las últimas décadas.)