miércoles, 5 de diciembre de 2012

GENIALIDADES

FRANCOISE VATEL (1631 – 1671)


“Se puede vivir sin amigos, se puede vivir sin libros, pero las personas civilizadas no pueden vivir sin cocinero"

Esto decía el poeta británico Owen Meredith, aunque olvidaba mencionar que algunos cocineros civilizados sí pueden prescindir perfectamente de sus amos.

El famoso cocinero francés Vatel y su amo, el célebre príncipe de Conde, son un excelente ejemplo. Vatel es uno de los grandes cocineros de los que se tienen menos datos. Algunos dicen que era suizo de nacimiento, siendo su nombre de bautismo Fritz Karl Watel, lo que sí es cierto es que sirvió al príncipe de Conde, probablemente como cocinero mayor de su corte.

“Monsieur le Prince” era un caballero extraordinariamente excéntrico hasta el punto en que, cuando Louis XIV aceptó una invitación suya para visitar sus propiedades en Chantilly, estuvo dispuesto a arruinarse económicamente con el único fin de impresionar al “Roí Soleil”. Todo lo que al Rey Sol se le antojara en materia de vinos, mujeres y comida debía conseguirse como fuera y Louis tenía para todas estas cosas un apetito prodigioso. Vatel recibió instrucciones de no escatimar ni gastos ni esfuerzos en alimentar al glotón del Rey y en conseguirlo llegó al borde de la crisis nerviosa.

Todos los manjares disponibles fueron servidos al Rey. En el campo los refrescos se servían en lugares tapizados de junquillos. Pero, en un momento dado, Vatel, que no había dormido en doce días, no consiguió servir asado a unas pocas mesas del séquito del Rey durante una de las suntuosas fiestas. Esto enfureció enormemente al príncipe e hizo que Vatel redoblara sus esfuerzos por complacerle aun estando al borde del colapso nervioso. Finalmente el desastre llegó cuando Vatel encargó pescado fresco para el Rey en los puestos pesqueros más cercanos.

Vatel se levantó a las cuatro de la madrugada para ir a inspeccionar la calidad del pescado que iba llegando y se encontró con que solamente se habían entregado dos cestos para alimentar a todo el séquito del Rey; no había ni para empezar “¿Esto es todo lo que hay?, preguntó al pescadero; a lo que éste respondió que ya no llegaría nada más, refiriéndose a que no llegaría nada más de su pueblo.

Desgraciadamente Vatel no lo entendió así. “No puedo sobrevivir a esta desgracia”, le dijo a su ayudante y se retiró a su habitación, allí fijó su espada en la puerta y se lanzó sobre ella, y nunca más tuvo que soportar a su irritante amo. Irónicamente, diez cargas más de pescado llegaron de otros puertos un cuarto de hora después de la muerte de Vatel.

Aunque al día siguiente se comentó en la mesa la plena dedicación del jefe de cocina, las fiestas y banquetes continuaron como si nada hubiera ocurrido En cuanto al príncipe de Conde su extravagancia fue aumentando de año en año. Hacia el fin de su vida, anunció un día que él estaba muerto y que dado que los muertos no comen, él tampoco iba a comer.

Los médicos le engañaron explicándole que de hecho, los muertos sí comen, y desde este día hasta el de su muerte de verdad “Monsieur le Prince” no quiso comer sino era en presencia de cadáveres que los médicos le proporcionaban.

Vatel para la posteridad

Aunque haya pasado a la posteridad por ser el creador de la Crême Chantilly -de la Mantequilla Colbert (mantequilla maître d'hotel con glacé de carne), del Arroz Condé (pastel de arroz moldeado) y del Puré Condé (puré de frijoles rojos)-, el ingenio de Vatel como maître es indiscutible en la historia de la gastronomía francesa.

Ejerció en el periodo que sigue a la publicación en 1650 de El cocinero francés, por François Pierre de La Varenne, libro que marca los inicios de la alta cocina francesa. A lo largo de los veinte años siguientes, Vatel sentó las bases de un protocolo gastronómico que estuviese a la altura de tan refinado arte culinario. No sólo elegía los menús, organizaba el avituallamiento y vigilaba la elaboración de los platos, también decidía la disposición y la decoración de las mesas y de los salones, orquestaba las tareas del personal de servicio y escogía los divertimientos para los comensales. Su fuerte era la creatividad estética, mediante asombrosas presentaciones con fuego, agua o hielo compitiendo con refinados sabores, aromas y colores. Vatel fue, ante todo, un maestro de ceremonias innovador en el arte de agasajar.

En nuestro tiempo, la historia fue retomada en el año 2000 gracias a la película Vatel, que abrió el Festival de Cannes del mismo año, con Gérard Depardieu interpretando el papel principal de Vatel junto a Uma Thurman. La película cuenta además con una banda sonora realmente extraordinaria, dirigida por el afamado Ennio Morricone.