miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

BRISAS DEL MAR
Un peruano que merece más

Ya no es novedad que se abran locales de cocina peruana, sin embargo, cuando Cesar Valerio anuncia su octava apertura, las ganas de conocer el nuevo restaurante se multiplican. Mal que mal, Valerio es socio del Astoria y de otros lugares de interés como el Machu Pichu y el Tres Continentes.

Valerio es un empresario que si bien se crió entre fogones, en Lima trabajó en diferentes ocupaciones. Un día decidió venirse a Santiago a probar suerte y vaya que la tuvo, ya que de vender calugas en las micros, primó su entusiasmo por la cocina y comenzó a trabajar en restaurantes peruanos hasta que tuvo un poco de capital para independizarse. De ahí y con diferentes socios, ha logrado crear un pequeño imperio y orgulloso muestra su último emprendimiento, esta vez en la transitada Av. Irarrázaval.

Las banderas chilena y peruana franquean la entrada a un amplio restaurante vestido de blanco y azul. Mozos y cocineros peruanos para una propuesta que difiere de los otros restaurantes, una de las características de sus emprendimientos ya que ningún local se parece al otro.

¡Y vaya que difieren!, ya que esta experiencia fue significativamente menos sabrosa que en sus otros locales. Es posible que se deba a la falta de oficio del cocinero que está detrás de este establecimiento, pero por los precios que tienen los platos, generalmente se espera un mejor resultado. De partida, un Tiradito “De Tongoy a Los Bilos (sic), con láminas de ostiones, pulpo y pescado (6.300), claramente se notaba improvisación y un descongelamiento rápido de la materia prima. Luego, un trío de Causas (salmón, pulpo y pollo) sin mayor gracia ni lisura, como dicen los limeños.

¿Dónde quedó el picor típico peruano en sus platos? Es cierto que hay una tendencia a bajar los picores ya que el chileno medio no los tolera muy bien, pero de ahí a no poner ni pizca de picardía a las preparaciones, transforma esta comida en algo soso, sin mayor acercamiento a lo peruano.

La carta es grande, posiblemente muy grande y por ello la decoración de los platos es casi toda igual. Tienen algunos platos correctos y otros en vías de serlo. Ricos tallarines con salsa thai (6.300) y un gran seco de cabrito (11.500), me devuelven la fe de que Valerio podrá dar las vueltas necesarias a los tornillos del restaurante con la finalidad de convertirlo en otro de los buenos lugares de la capital. Mientras tanto en deuda con la comida y unas alabanzas a la gran carta de cócteles y vinos que tienen a disposición del público.

Buenos postres: torta de tres leches, crema volteada y el típico suspiro de limeña, completan una carta que necesita unos ajustes pero que va por buen camino. Lo principal está y sólo falta un poco de dedicación y un toque de ese sabor peruano que ha hecho famosa esta gastronomía en el mundo. (Juantonio Eymin)

Brisas del Mar: Av. Irarrázaval 4600, Ñuñoa, fono 2504 1942